1.1 FASES EN LA EVOLUCIÓN DEL NIÑO.
Los primeros años de un niño son
fundamentales para su desarrollo físico, emocional y psicológico.
Durante estos primeros años, los cambios que experimentará son espectaculares,
ya que, en los primeros meses de vida comienza a forjarse su personalidad,
empieza a desarrollarse su inteligencia y
aparecen las primeras bases de su comportamiento. La infancia no sería otra cosa que la sucesión
de equilibrios, cada vez más adaptados al mundo en el que el niño deberá
insertarse y vivir.
Primera infancia
(de 0 a 3
años)
A ésta edad el niño no puede expresar lo que piensa o
siente de forma comprensible para el adulto, los primeros años de la infancia
presentan un desarrollo mental extraordinario. Esta etapa representa el paso de
la percepción de un universo global, en el que el niño distingue entre él mismo
y lo demás, a la formación de un «yo» separado de los objetos exteriores. Es un
período centrípeto en que todo se asimila al propio cuerpo, y a la construcción
de éste como «sujeto» diferente de los objetos.
En ésta fase el niño impulsa la exploración
constante del mundo y su conquista por la acción. Poco a poco surge el
sentimiento de la existencia de los objetos, y aparecen algunos gérmenes de
socialización así llevándolo a un mundo real al que tendrá que afrontar
Segunda
infancia (de 3 a 6-7 años)
La formación del “yo” ha sido el primer paso
importante en el desarrollo de la infancia. Sin embargo, entraña una actitud
egocéntrica ante el mundo, que no se superará hasta el fin de la segunda
infancia. El proceso de adaptación al mundo circundante se acelera, no sólo por
el considerable cambio fisiológico que experimenta el niño, sino, sobre todo,
por un factor social: el desarrollo del lenguaje.
Comienza con el descubrimiento de todos los
objetos, para así darse cuenta por sí mismo como constituye una realidad
Tercera infancia (de 6-7 a 11-12 años)
La tercera infancia
comienza con la fase de latencia y dura hasta la pubertad. Todo el período
anterior ha consistido en una lenta superación del egocentrismo, hasta
desembocar en el dominio de la reversibilidad Ésta hace posible la aparición de
las operaciones racionales y, en el plano afectivo y social, provoca una conciencia
de la reciprocidad. El proceso de socialización, que había comenzado con el
lenguaje, se acelera ahora con la escolarización del niño.
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